4 + 1 en Japón

lunes, diciembre 26, 2005

Los colores de Kansai (I)

Se dice que Japón tiene dos momentos especialmente bellos: la primavera y el otoño. En primavera, los cerezos y ciruelos en flor convierten al país en algo indescriptible. En otoño, las tonalidades de las hojas de los árboles se encargan de brindar sensaciones desconocidas.

Y se dice también que Kansai es la región de Japón donde el otoño es más bello.

De las 4+1 semanas, estuve 4 en Kansai: Kobe, Himeji, Nara, Kyoto, Osaka... pertenecen a Kansai.

Ahora que ya llevo aquí en España casi dos semanitas. Ahora que comienzo a echar de menos ciertas cosas que no vienen al caso. Ahora que el frío del invierno nos carcome los cartílagos. Ahora que ver las más de mil fotos de mis 4+1 semanas en Japón comienza a parecerse a un ejercicio de nostalgia.

Ahora, digo, creo que es el mejor momento para compartir con vosotros los colores de Kansai. Esta primera hornada es toda de Kyoto.

Que lo disfrutéis.


Kinkaku-ji: La entrada.

Kinkaku-ji: Al lado del lago.

Kinkaku-ji: La cascada.

Kinkaku-ji: El bosque.

Ninna-ji: El lago.

Ninna-ji: Al lado de la pagoda.

domingo, diciembre 18, 2005

El reencuentro: la realidad contraataca

El viaje de vuelta fue largo. Muy largo.

Me levanté a las 4 de la mañana, tomé un tren a las 5.13 que me llevó hasta la parada del autobús que tardaría casi dos horas en llevarme al aeropuerto. Unas doce horas de avión hasta Frankfurt. Desde allí, tres horitas de escala y otras dos más hasta Barajas. Cuando llegué a la cama no me lo podía creer. Menos aún el estar, por fin, entre los brazos de mi chica. Fui obediente, eso sí, y el jet-lag no pudo conmigo.

Ha sido llegar a España y darme cuenta del cambio que he sufrido: en estas cinco semanas he vivido, disfrutado, sufrido y a veces (lo reconozco) hasta maldecido el imperturbable silencio que los japoneses tienen como algo cultural. Bien. Fue llegar a la puerta de embarque que me correspondía en el aeropuerto de Narita (Tokyo) y encontrarme con una pareja de españoles vociferando lo que a nadie nos interesaba:

- ¡¡Y qué disgusto tan grande, que casi no llega!!
- ¿¡Pero a quién se le ocurre!?
- ¡¡Pues eso digo yo!!
- ¿¡Y qué hicísteis!?
- ¡¡Ay, no me lo recuerdes!!

Y recordé que iba a llegar de nuevo a España, el país de la siesta y la fiesta, el país en el que se grita más que se respira. Y justo en las navidades, esa gran época de peces bebiendo en el río y campanas sobre campanas decibélicamente insoportables. Qué pereza.

Me he agobiado un poco estos días, no lo puedo negar. Quizás la tranquilidad que produce (al final) el aislamiento comunicativo en un entorno lingüístico endiablado (tal como dijeron los primeros misioneros cristianos que llegaron a Japón), quizás la (¿excesiva?) delicadeza y amabilidad de los dependientes, quizás la paz espiritual de los templos y santuarios... El caso es que, acostumbrado a algo en lo que no caigo, la sociedad española me parece agresiva, hiriente, nerviosa... Divertida como pocas, es cierto. Y a veces humanitaria, por supuesto.

Pero chillona como no puede soportarse en situaciones normales.

"Es que los latinos somos apasionados", dicen. Una porra apasionados. Una reata de histéricos mal educados es lo que somos. Por lo general, claro. Que hay excepciones tan supremas que dan ganas de bailar claqué por las esquinas.

Y, con todo, cuánto he echado de menos volver a casa. Porque esta es la patria de uno, que fuera de contextos militares y/o derechones, viene del latin "pater" (padre) y significa "la tierra del padre". Así que aquí, en España, patria y matria mía, habré de quedarme un tiempito más.

Aunque (os confieso) espero que no demasiado.

Como sabéis, seguiré escribiendo más sobre Japón. Así que seguid en este blog. Por cierto, he ido añadiendo alguna foto que otra a lo que escribí desde Tokyo: si bajáis un poco, encontraréis cosas nuevas.

lunes, diciembre 12, 2005

Arigato, Nippon.

Como ya he ido contando, me marcho de Japón en unas horas. Pero no por eso se acaba el blog, ni mucho menos. Dado que no tenía posibilidad de colgar fotos para ilustrar mis comentarios, en los últimos días he escrito menos. Pero cuando llegue a casita volveré a escribir, para dejar testimonio de lo vivido y aún no relatado. Tokyo, Nikko, Kamakura, Yokohama..., dan para mucho más de lo que habéis leído. Y además alguna otra cosita especial que de momento no digo. Así que no se vayan todavía que aún hay más.

Por eso, porque sólo es un hasta luego, me despido por hoy de vosotros.

Y a Japón, a quien tengo la certeza de que volveré a ver pronto, sólo puedo dedicarle unos inocentes y desmadejados haikus esbozados entre viaje y viaje.



Sanjusangendo:
Me descalzo de todo
con mil y un Budas.


Nara y su brisa
cuentan secretos míos
que no conozco.


Escalinatas.
Hay pisadas que ascienden
y hojas que caen.


Pido a esta tierra
que no nos olvidemos
uno del otro.


Volveré pronto:
el otoño a tus templos
me ha encadenado.


Musgo. Una torii.
Hombre que mira un templo.
Algo despierta.

Absorto, incrédulo, patidifuso, ojiplático...

Ahora, cuando sólo quedan unas horas para despedirme de Japón, quiero hacer un último recuento de todo aquello que me ha ido sorprendiendo (para bien, para mal,para raro, para quién sabe...) en estas 4+1 semanas. Algunas de ellas ya han ido salpimentando estas líneas. Las que siguen nunca tuvieron (hasta ahora) un hueco adecuado.

- En todo tipo de anuncios de moda, el canon de belleza (sobre todo el femenino) es el occidental. Las modelos de ropa, de cremas antiarrugas... son occidentales. No sucede lo mismo, claro, con los anuncios de seguros o con los de hipotecas, ya que en estos se trata de que los japonesillos y las japonesillas se sientan identificad@s y piquen el anzuelo. Hasta tal punto llega la obsesión por tener la piel blanca, que las chicas (no digo todas, pero un número demasiado alto para lo que recomendaría la OMS) van con minifalda sin medias en invierno (y cuando digo minifalda a veces soy muy benévolo) para que el frío (glacial ahora mismo, es una corriente que viene de Siberia) les deje la piel más pálida. He visto piernas llenas de moratones del mismo frío. En cambio, en verano (para evitar que les dé el sol bronceador) se ponen no sólo pantalones largos, sino camisetas de manga larga y hasta guantes. Y digo yo, que en nombre de la moda o la estética cada uno puede hacer con su cuerpo lo que le apetezca. Pero las lipotimias y las hipotermias son graves.

- Los revisores de los trenes son muy simpáticos. CADA VEZ que entran Y salen de CADA vagón se giran hacia la gente (que no le hace ni caso porque suelen estar durmiendo) para hacerles una reverencia y así agradecer que hagan uso de las instalaciones. Esto, claro, en los vagones en los que hay sitio para caminar. A las ocho de la mañana es algo impensable.

- Con respecto a los trenes de Tokyo a las ocho de la mañana, he de decir que, a su lado, los autobuses de Kyoto son como un amplio y espacioso hangar donde cupieran tres titanics. La madre del amor hermoso, qué apreturas. Si el tren pega un frenazo no te caes porque no tienes ningún sitio donde caerte. Y, en efecto, los apretadores (unos señores cuyo trabajo consiste en apretar a la gente para que quepan en el vagón) se esfuerzan lo suyo.

- Lo mejor de los trenes y metros: en los andenes hay un punto de señalización que indica dónde van a quedar situadas las puertas. La gente, por tanto, hace cola a partir de ese punto, lo que evita los problemas del "dejen salir antes de entrar". Alguno se lo salta, por supuesto. Pero son los menos. Además, casi todo el mundo conoce esa norma básica de educación cívica según la cual en unas escaleras mecánicas no hay que cortar el paso por si acaso alguien tiene prisa. Odio la gente que se queda plantado en mitad del tramo de escaleras sin pensar que está provocando un atasco.

- Último apunte sobre el transporte público. Es cierto lo que había oido: existen unos vagones exclusivos para mujeres. Por lo visto había muchas quejas de que, aprovechando los atascos, los hombres les metían mano de modo más que ostentoso. En algunos casos, si algún hombre entra en el vagón de las mujeres no pasa nada. Al menos en Kobe, que es una ciudad como más tranquila, yo he entrado y como yo había más señores. No sé si en Tokyo las cosas son igual. Ante esto yo me pregunto: si una mujer va en hora punta en vagón unisex y le meten mano, ¿tiene derecho a quejarse?

- La fruta es carísima. Para haceros una idea, una cestita con 9 fresas (contadas con estos ojitos que alguien que yo me sé tiene que recordar antes de cerrar los ojos cada noche) cuesta unos 6 euros. Y no es de lo más caro.

- En los supermercados de España hay, por ejemplo, un pasillo exclusivo para la comida de animales. Aquí también. Pero también hay otro exclusivo para algas.

- Es imposible conseguir cambiar un esquema a un japonés. Como ejemplo, contaré mi lucha diaria con la cama en la residencia. Por un lado, la almohada que me dieron me daba alergia, ya que tenía por dentro como unas bolitas de algo raro. La primera noche no pude dormir. La segunda dormí sin almohada y por la mañana me dolía el cuello. La tercera noche decidí utilizar unas toallas para hacer la función de almohada. Como el cuarto de lavandería y repuestos de sábanas y toallas estaba enfrente de mi puerta, me agencié cuatro toallas para usarlas cada noche (siempre fueron las mismas, que conste). Además, dado que por las noches refresca, utilicé una manta que estaba en mi armario para ponérmela por encima. Eso sí: cuando volvía por la tarde a casa tenía la habitación ya hecha con la almohada de bolitas dentro de la cama, la manta otra vez en el armario y las toallas dobladas sobre la colcha. Durante cuatro semanas tuve que colocar cada noche la manta. En cuanto a las toallas, ya os dije que me vi obligado a comprar una almohada, pues me pasaron una nota de recepción diciéndome que sólo me estaba permitido usar una toalla al día.

- Por otro lado, remeten tanto las sábanas al hacer la cama que una noche no pude dormir de lo apretado que estaba. Qué tías salvajes.

- Ya he dicho que dormir es el deporte nacional. Lo hacen en cualquier sitio. Y "cualquier sitio " significa "cualquier sitio". Por otro lado, la bebida nacional no es, ni mucho menos, el sake. Qué va. Aquí todo es "té japonés", que es a lo que nosotros, en nuestra ignorancia, llamamos "té verde". En los restaurantes es gratis, como las jarras de agua en España.

- Muchísimas bicis por todos lados. Hasta el punto de que he estado a punto de sufrir más de un atropello por la acera. Y no, no había carril-bici.

- Sentirse indefenso ante un idioma que no conoces y que no puedes ni siquiera leer sus caracteres te hace sentir analfabeto por completo. Un total analfabeto. Merece la pena sentirlo, aunque sea por unos días. Del mismo modo que Boadella dijo una vez que muchos de los problemas de España (y muchas de las tonterías de los españoles) se solucionarían con una semana de dictadura al año que nos recuerde lo que es de verdad la falta de libertad y democracia.

- Las obras y reparaciones en la vía pública son rápidas como nunca he visto. En cuestión de UN (1) día, levantaron una calle de al lado de la universidad, repararon la avería que había, cerraron todo, asfaltaron y dejaron hechas las marcas mínimas para recordar a los peatones dónde estaba el paso de cebra. Al día siguiente pintaron.

- El punto anterior implica que no sólo es posible hacerlo, sino que además hay gente que lo hace. A esto, amigos, sí que estamos a años luz de los japoneses. A siglos luz, me atrevería a decir.

- Las parejas, por lo general, no se demuestran afecto en público. Algunos van cogidos de la mano, pero no es lo habitual. Y no he visto a nadie, nadie, dándose un besito.

- En cambio, la prostitucion no solo es legal sino que se anuncia por los buzones de las casas en unos folletitos muy monos con fotografias incluidas de las chicas, tambien muy monas ellas. Si por algun motivo no deseas que en el buzon te echen propaganda de puticlubs, pues tienes que poner un cartelito que lo indique. "Por favor, no quiero putas en mi buzon". Y todos tan contentos.

- En cuanto al funcionamiento, me explicaron algunos de mis alumnos que se trata de llamar por telefono y te envian una churri a casa. Si no te gusta, pues se marcha y te envian otra. Asi hasta que acierten con la que te apetece. Imagino yo que no sera asi, sino que (aunque sea por internet) podras ver antes la foto para seleccionar la que mas te interesa. Cuando comente a unos alumnos que en España son los clientes quienes van a visitar a las putas (por lo general) se espantaron, porque, segun ellos, si el cliente es alguien importante se pondria en evidencia si le vieran muchas putas alrededor. Les dije que es cierto, pero que segun el modo japones el cliente importante no solo se queda en evidencia sino que las pilinguis, ademas, se enteran de donde vive el ilustre, y eso es quedar mas en evidencia. Alucinaron con la obviedad del razonamiento.

- Nadie esta interesado en quedarse con algo que no sea suyo. Este bonito eufemismo significa, por ejemplo, que en la universidad de kobe yo podia dejar tranquilamente encendido y enchufado mi portatil u olvidada mi cartera encima de una mesa de un pasillo cualquiera y marcharme a comer un piso mas abajo. Cuando volvia, una hora despues, todo seguia alli. Y es lo mas normal. Todo el mundo lo hace. De colores me quede. Y es algo que, mas o menos, sucede en todo Japon. Hay delincuencia, supongo, pero, por lo general, uno puede andar por la calle bastante tranquilo.


Este blog ha pretendido mostrar la visión fugaz (cinco semanas se pasan volando casi siempre) de un occidental fascinado ante todo. Si queréis más sobre Japón, desde una perspectiva parecida, os recomiendo el siguiente blog, también sobre Japón, escrito por un español muy salao él que lleva años viviendo y trabajando en este país. Podéis hacer repaso a todo lo que ha escrito, desde junio del 2004. Una gozada para conocer más y mejor aspectos cotidianos y ojiplatizantes.


http://micko.blogspot.com/


Y hasta aquí llego con mi relación de anonadamientos. Si surgen más, que seguro que sí, os las haré saber en este mismo blog.

domingo, diciembre 11, 2005

47 ronin


Tengo mucho que contar acerca de Tokyo. Mañana es mi último día (espero que de momento) en este archipiélago enigmático y seductor. Cuando llegue a España actualizaré el blog para poder enseñaros alguna más de las mil (literal) fotos que he hecho. Maravillas de la fotografía digital. Pero no quiero marcharme sin contar una de las historias que más me han cautivado.

A finales del siglo XVII, un señor feudal llamado Lord Asano tenía que organizar una ceremonia de protocolo en el palacio del shogun, que era algo así como el jefe del estado (los emperadores tenían un papel casi anecdótico), para lo cual pidió consejo a Lord Kira. Éste, pensando que el que Asano quedara bien con el shogun podría redundar en su propio perjuicio, le engañó vilmente, con lo que la ceremonia fue una deshonra para Asano. Para terminar de hundirle socialmente, Kira se burló abiertamente del fracaso de la ceremonia. Ante esto, Asano sacó su espada y le hirió en la frente, lo que supuso la victoria de Kira: en aquel tiempo, desenvainar un arma en el palacio del shogun era un grave delito. Kira, sabedor de esta ley, no fue condenado por la provocación. En cambio, Asano fue sentenciado a hacerse el seppuku (o harakiri) y sus tierras serían confiscadas y su familia vilipendiada por tal osadía. Asano fue enterrado en el templo de Sengakuji.

Los criados de Asano quedaron, pues, sin señor. Esto los convierte, pues, en "ronin" (que significa justo eso, "criados sin amo"). 47 de esos ronin juraron venganza ante la injusticia cometida con su señor, aun sabiendo que el criado que mata a un señor feudal es castigado con la muerte. Así, dos años después, cuando Kira ya no sospechaba nada, entraron en su palacio y acabaron con él, decapitándole. Después fueron a Sengakuji, lavaron la cabeza en un pozo (el que aparece en la foto superior) y la depositaron ante la tumba de Asano. Una vez hecho esto, se entregaron a la justicia. Condenados a muerte, los 47 se hicieron el seppuku en una ceremonia colectiva y fueron enterrados en Sengakuji junto a su señor. La viuda de Asano regaló a los monjes que cuidaban el templo un ciruelo que está plantado al lado de las casi 50 tumbas.

Aún hoy en día, trescientos años después, los japoneses acuden a Sengakuji para rendir homenaje a estos héroes, modelo de lealtad inquebrantable. Se han escrito cientos de obras y rodado cientos de películas sobre este tema.

Algo así como nuestra Fuenteovejuna (que también fue un hecho real), pero aquí es un motivo de orgullo nacional. En España, en cambio, lo de "¿Quién mató al comendador?" nos suena a cuento de viejas que se aburren en el brasero. En fin. Sic transit...

Estuve en Sengakuji, un templo muy humilde y sencillo, pero profundamente emotivo a causa de la historia, de las tumbas, de la lealtad, de la pasión con la que acuden los japoneses, del silencio y el respeto con el que se ofrece a cada tumba una varita de incienso encendida. Compré el incienso, que lo venden en ramilletes lo bastante grandes como para que haya suficientes para cada héroe. Durante cinco minutos me incliné ante cada tumba, depositando la ofrenda. Salí del recinto compungido, pero con cierto orgullo en las vísceras.

Lealtad. Nobleza. Justicia. Qué espléndida vida la del que, trescientos años después de su muerte, consigue ser recordado con estas tres palabras.


viernes, diciembre 09, 2005

El estreno

Pues sí. El día 4 fue el estreno. Los chicos estaban nerviosísimos. Lo cual no es de extrañar, porque llevaban ensayando casi seis meses, de los cuales el último había sido a razón de doce horas por día los siete días de la semana. Y sólo para una función: la del día 4. Porque no es que no tengan concertada ninguna otra fecha, no. Es que desde el principio sabían que esto era una obra para una función. Manda narices la capacidad de trabajo de estos tipos. Qué campeones. Y qué masocas también, para qué negarlo.

La representación fue en el Kobe Art Village Center, un teatro profesional muy muy chulo de Kobe. Se trataba de un festival de teatro universitario (concretamente, de esa universidad), con lo que los alumnos de cada departamento hacían una obra. Se representaron, por tanto, cuatro obras: una obra china, una obra rusa (El tío Vania, de Chejov), una inglesa y la nuestra. No tuve ocasión de ver las otras obras, así que no me preguntéis. Lo que sí sé es que todos los grupos echaron la misma cantidad de horas. Y no es poco decir.

Fue un éxito. Ya he dicho que algunos estaban nerviosos como flanes, pero dejad que cuente un cas especial. Creo que os acordaréis del Cirujano (apenas me he quedado con sus nombres, me dirigía a ellos por el nombre del personaje, cosa que agradecían porque decían que les ayudaba a entrar en el personaje), que era ese chico que tenía sólo diez frases a lo sumo y que cada día me preguntaba mil cosas distintas porque "no estaba seguro de si sería capaz de dotar al personaje con todo el dramatismo que sin duda le ha dado Cervantes cuando lo escribió". Una hora antes estaba a punto de llorar porque era la primera vez que hacía teatro, y tenía miedo porque sus padres iban a verle hacer algo muy distinto de lo que él hace normalmente (de lo cual me alegro, porque el personaje se tiraba de los pelos y se arrastraba por el suelo y después gritaba a un juez faltándole al respeto) y no sabía qué iban a pensar, y que odiaba el teatro y que nunca más le pillarían en otra como esa. Le consolé, le dije que le envidiaba por ser su primera vez, que es la mejor, o eso dicen. Le hablé de que era normal lo que sentía. Le conté que un minuto antes de salir al escenario creería que se le había olvidado el texto. Le comenté que era muy probable que tuviera ganas de mear. Pero, con todo, que se tranquilizara. Que se preocupara únicamente de disfrutar y conseguiría hacernos disfrutar a los demás, tanto a los pocos españoles que estábamos como a los japoneses, ya que se habían hecho unos magníficos subtítulos para que el público japonés lo entendiera todo. Bueno. Pues cuando salió el cirujano se comió al público. Un papel tonto como él solo, y el chico se lo pasó pipa, hizo el tonto (dentro de lo establecido) y arrancó las carcajadas y los aplausos del respetable. Al final de la obra tenía una sonrisa irrepetible, de esas que valen una mina potosisca, Cervantes dixit.

(Por la noche nos fuimos de celebración, donde pude comprobar que los japoneses, en general, no saben beber. Vaya cebollones se cogieron algunos. El cirujano, en el restaurante, se medio subió a una mesa y pidió a gritos a todos que el año que viene le den el papel protagonista. Angelito.)

Yo, por mi parte, disfruté como un enano sentado con Santi entre el público. Y disfruté porque les veía (a Cristinica, que me ayudó a saber qué platos había en el restaurante; a Koji, que desde el primer día hizo por ayudarme dentro de la dinámica del grupo; al soldado, que cuando me ve por los pasillos me abraza y me pide que no me vaya de Japón porque soy -dice- el mejor profesor que ha tenido jamás; a Saya, a la que no se le entendía ni una palabra cuando llegué y que ahora tiene una de las mejores dicciones de la obra, hasta el punto de que se llevó el segundo premio en la categoría de actrices de todo el festival; y así hasta veinte personas sobre el escenario) disfrutar después del ingente esfuerzo que han hecho (no me cansaré de repetirlo). Pero disfruté aún más, si cabe, cuando giré la cabeza y vi cómo el público japonés, al completo, se divertía y soltaba carcajadas con unos entremeses escritos por un señor que murió hace casi 400 años, y que yo tenía un poquito de culpa en todo ello.

"Qué lindo;" pensé, "esto sí que es hacer un buen homenaje a Cervantes en este año del Quijote. Y lo demás son tonterías."

jueves, diciembre 08, 2005

La conferencia

Llevo ya unos días en Tokyo. Exactamente desde el lunes por la noche (escribo estas líneas el jueves por la tarde), y por unas cuantas causas que no vienen al caso no he podido escribir en el blog. Baste decir que por alguna extraña razón no puedo colocar fotos. Así que seguiré escribiendo, pero cuando lo haga lo haré de forma menos extensa y sin fotos. Lo seguiré intentando, que conste. A ver qué pasa...

En fin, podéis imaginar que tengo mucha información atrasada que contaros. Por ejemplo, sobre la conferencia que impartí el miércoles anterior, esto es, el 30 de noviembre. Todo surgió cuando quedé muy contento tras una breve clase a los alumnos de teatro para contarles en qué consistía el Siglo de Oro español, ya que conseguí enlazar con algunos de mis escasos conocimientos de la historia y cultura japonesas. Los chicos lo comprendieron mejor gracias a esos ejemplos, y al día siguiente acudí a una reunión del departamento de español pues los profesores querían conocerme. Me preguntaron que cómo se me estaba dando la adaptación al entorno, y les conté lo de la clase. Reconozco que fui un poquillo pedante, tal como la situación requería: a fin de cuentas yo estaba allí invitado por una universidad que no tenía de mí más que ciertas referencias y quería que vieran que yo estaba a la altura de esas referencias. Así que cuando vieron que tenía ciertos conocimientos sobre Japón (repito, escasos) se asombraron, y el profesor Fukushima, un hombre encantador, sugirió a los demás que yo impartiera una conferencia-introducción sobre el Siglo de Oro Español, más concretamente sobre Cervantes (cachis, podía haber sido sobre Lope)para todos los alumnos de español de la universidad: unos 200. Les pareció bien y consiguieron que la universidad me pagara aparte la conferencia. Yo, encantado. Por supuesto.

Me preparé a conciencia la conferencia (prometo que la rima no ha sido buscada), ya que elaboré un esquema muy sencillo -para dar una copia a cada alumno- que resumía todo lo que iba a explicar. Para las palabras "difíciles" conté de nuevo con la ayuda de Santi y de algunos alumnos japoneses, que me tradujeron conceptos como "Contrarreforma" o "Armada Invencible". Además, dado que el aula en el que que se impartía la conferencia -la 504, como se ve en la foto de más abajo- disponía de proyector y pantalla para el ordenador, me preparé un documento con imágenes que ayudara a los alumnos a comprender visualmente de qué estaba hablando. Gracias a eso pudieron entender (creo) qué era la Inquisición o un Corral de Comedias.

Y llegó el día, y fue un éxito. Los chicos estaban atentos (algunos se durmieron, pero aquí es común hasta más no poder, ya sabéis que dormirse en cualquier sitio es deporte nacional) Y como suelo decir, quien tenía que estar contento lo estuvo. Porque los alumnos estaban encantados (y si no lo estuvieron mintieron como unos cosacos cuando me dijeron que sí) y también los profesores: acudió todo el departamento de español en pleno y después me dieron una comida de despedida (una fuente de sushi de dimensiones rascaciélicas) en un clima muy agradable en el que alguien sugirió que sería muy bueno que algún día pudiera trabajar allí. Las orejas se me dispararon, las antenas se dirigieron hacia ese punto. Todos los profesores dijeron que sí, que es verdad, que sería un buen fichaje. Para mi desgracia (porque no me importaría que nos viniéramos aquí un añito, por ejemplo) resulta que el puesto al que yo podría optar es un lectorado que se tiene que solicitar en la Universidad de Alcalá, ya que hay un intercambio de profesores entre ambas universidades: un japonés enseña japonés en Alcalá y un español español en Kobe. El plazo de presentación de solicitudes acabó el día siguiente de venirme a Japón y yo ni me había enterado. En fin, nuestra suerte a la hora de desplazamientos internacionales duraderos sigue en su racha.

Pero eso no quita mérito a lo que más importaba ese día: mi primera conferencia, y además en un país lejano como Japón ante un público que, como es lógico, no iba a entender todo lo que dijera. Pero lo conseguí. Y tan ricamente.

El próximo día, comentarios del estreno de la obra.

domingo, diciembre 04, 2005

Kyoto (y III): Sanjusangendo, Chion-in, Ginkakuji...

Mi tercer y ultimo dia en Kyoto fue tan cansado como fructifero, aunque hubiera preferido mas de lo segundo que de lo primero. Ya os he contado alguna vez que Kyoto es inmenso, o al menos eso me parece. Desconozco la poblacion que tiene, o la extension geografica. Pero ya digo que es muy muy amplio. Ese ultimo dia tenia, ademas, tantas recomendaciones de sitios de-los-que-no-te-puedes-perder que llevaba la agenda repletita de posibilidades. En total pretendia ir a seis lugares, algunos de ellos bastante retirados entre si, o incluso bastante retirados a secas. Ni corto ni perezoso me levante a las seis y media de la mañana y a las nueve ya estaba en Kyoto. Es una lastima que Fapresto no me deje hacer juegos de palabras infames, porque en este caso diria que me sentia como Cervantes, ya que el quijoteaba y yo Kyoteaba. Pero en fin, vayamos a los monumentos, que siempre seran mas emblematicos que cualquier tontuna mia.

Santi y la profesora de caligrafia me habian recomendado hasta la medula un templo budista llamado Sanjusangendo, conocido por sus mil y un budas. Esta muy cerquita de la estacion de tren principal de Kyoto, asi que fue mi primera parada. Llego a la puerta, pago como Buda manda, me lamento ante el cartel de "no se pueden hacer fotos" (ya sabeis, las que acompañan son tomadas de internet), pienso que el templo por fuera es feo como el solo y que mucho tiene que impresionar el interior para estar a la altura de las recomendaciones tan fehacientes. Pero ya escarmente con el Buda gigante de Nara, asi que mejor sera callarse y permitir al pasmo que haga su labor.

Sanjusangendo significa algo asi como "treinta y tres espacios", a partir del numero de espacios que dejan las columnas de la unica sala de la que consta el templo. Es un edificio muy muy largo. Yo nunca he sabido mucho de medidas, pero creo que entre columna y columna puede haber sin problema cinco o siete metros. Multiplicad y os sorprendereis. Que es lo que hice yo al entrar, por supuesto. Porque yo pensaba que los mil y un budas serian del tamaño de una tipica imagen popular domestica, como la Santa Rita que tenia mi abuela o el Sagrado Corazon que tiene mi madre en su habitacion. Porras para mi. Cada Buda tiene mas de metro y medio de alto. Y hay mil asi. En el centro, separando a quinientos de los otros quinientos (no los he contado, os tendreis que fiar de mi como yo de las autoridades del templo), un Buda de mayor proporcion a quien se venera de modo especial. De hecho, durante mi visita un sacerdote estaba haciendo una plegaria repitiendo unos mantras (o eso creo) con una campanita que tocaba en todo momento y que producia en la atmosfera un clima distinto a todo, cercano a lo que llevamos en la imaginacion gracias a unas cuantas peliculas, pero en todo caso novedoso por ser la primera vez en que, de repente, me hallo en mitad de una ceremonia budista autentica. El silencio, solo roto por los mantras y la campanita, es absoluto. Los budas impactan por su numero. Mil estatuas de metro y medio son muchas estatuas de metro y medio, la verdad. Increible. Y con diferencias entre ellas. En la foto, aun con toda la profundidad que hay, solo veis la mitad (es decir, que la foto esta tomada desde el Buda central y faltaria por verse los Budas del ala izquierda). Imagino que este efecto debe ser algo parecido a los guerreros de Xi`an, en China. Aunque los guerreros son como siete mil, tengo entendido. Delante de los budas, unas estatuas de dioses protectores vigilan que no entre ningun mal espiritu. Ademas, en un extremo de la sala, el dios de la lluvia y en otro el del viento. La naturaleza siempre omnipresente en Oriente.

Quizas en otro momento la repeticion "ad millem" de las estatuas hubiera parecido cansino o facilon. Quiero decir que, por lo que recuerdo, en Occidente la repeticion no es un motivo estetico, y que cuando nos encontramos, por ejemplo, en los Museos Vaticanos (a mi me ha pasado), uno queda hastiado por la imposibilidad de fijar la vista ante una estatua por culpa de tantas y tantas. Como suele decir alguien importante para mi, "el bosque no deja ver los arboles". Aqui, en cambio, sucede todo lo contrario. Porque una sola de estas estatuas resultaria sosa, vacia, ante la majestad cotidiana a la que me tiene acostumbrado este bendito archipielago. En cambio, y dado que son todas iguales (excepto esas pequeñas diferencias en el vestuario), consigo enfocar mejor una sola de esas estatuas: viendo el bosque consigo hacerme una idea perfecta de como es un arbol. Estoy escribiendo, de hecho, estas lineas casi una semana despues de mi ultimo dia en Kyoto. Creedme si digo que recuerdo casi al centimetro los detalles de esas estatuas.

Y, como no, el Buda. El principal, el grande, el unico, aquel al que se venera en un sitio central de excepcion. No es, ni con mucho, tan inmenso como el de Nara. No pretende serlo. Creo que eclipsaria la belleza serena del edificio. En un cruce de fuerzas, la magia del Buda gigante y la magia de las mil estatuas no se fundirian sino que una eclipsaria a la otra y viceversa. Me gusta ver las cabezas de los Budas. No hablo de las mil estatuas, sino de las grandes estatuas de Buda que he ido viendo en estas ya cuatro semanas. Y me reafirmo en lo que ya he dicho mas veces en este blog: no se como habra sido la historia del budismo, ni si ha sido una religion tan sangrienta como las tres principales que conozco en Occidente. No me importa, porque no hablo de eso. Hablo y quiero hablar de que este dios ha sido hecho para poder mirarle a la cara. El islam no representa nunca la cara de Ala, el cristianismo nos muestra a un hombre crucificado con una corona de espinas en la cabeza (o, en su lugar, a un hombre siendo asado en una parrilla o una mujer a la que le han cortado los pechos y los muestra en una bandeja, o quizas otra bandeja con la cabeza del señor que bautizo al crucificado), y desconozco si hay representaciones graficas del dios de los judios. Ya os digo que hablo de la esencia, no de la historia de las religiones. Si tengo que dar gracias, pedir consejo o ayuda, rogar por mi alma o buscar consuelo a la muerte de un ser querido, me gustaria poder mirar a los ojos a ese con quien hablo y no sentir mas que aprecio, ternura, humildad y sencillez. Y, aunque de momento no tengo la intencion de convertirme a ninguna religion, he de decir que eso solo lo he encontrado mirando la cara de Buda. Aunque luego Richard Gere y tal se encarguen de trivializar la imagen de los budistas, me parece que este dios y sus seguidores hablan un mismo idioma.

Salgo de Sanjusangendo, me calzo, busco un autobus (hoy es lunes y la turbamulta no existe, con lo que no tengo problema en usarlos) y me encamino a Chion-In. Es un recinto santuarial (no se si existe tal palabro) en el que se encuentran diversos edificios, consagrados a unos u otros dioses. Y una sabe que ha llegado cuando se encuentra con la puerta, inmensa como solo ellas saben serlo, desconcertante. En la foto podeis ver como son las personas de pequeñas a su lado. Solo es la puerta de entrada al recinto. Y te apetece entrar. Vaya que si apetece. Al subir las muchisimas escaleras que separan la puerta del recinto, un mapa te indica donde estas y cuantas cosas se pueden ver dentro del recinto, incluyendo hasta rutas aconsejadas para ver lo mejor. Esto, que es muy comodo, es bastante frecuente en todo Japon. Es dificil, por norma general, perderse: cada quinientos metros (dependiendo del sitio, claro) puedes encontrar uno. Es facil, gracias a ello, no aparecer de repente en Navacerrada. Cuando uno entra en el recinto principal ya te queda claro algo: prohibido fumar, aunque estemos en el exterior. No podemos olvidar que TODOS los edificios estan hechos de madera y rodeados por naturaleza semiagreste. Ya os he contado alguna vez que fue el fuego -provocado o no- quien ha destruido la gran mayoria de los edificios historicos de este pais. Los terremotos tambien han ayudado, claro.

Visito el templo principal, no hago fotos porque no se puede, aunque no hay nada especial que reseñar, y me dedico a deambular, intentando evitar las masas de gente (que, aunque no son muchas, no invitan a la reflexion que tanto me gusta). De este modo llego al cementerio del santuario. Que paz. De siempre me han gustado los cementerios, algunos ya lo sabeis (creo); son sitios tranquilos, donde uno puede venir a reencontrarse con sus seres queridos o, al menos, a recordarles en el lugar donde fisicamente hay algo de ellos. Siempre he dicho que no quiero que me incineren sino que me entierren. Aunque, despues de este contacto con la naturaleza en este viaje, no se, no se... Sea como sea, no me importaria ser enterrado aqui. Aunque os pilla un poco a tomar por saco, la verdad. Da lo mismo, no tengo intencion de morirme de momento, que aun me queda guerra que dar. Toco madera y sigo, tras cinco minutos de relax en el cementerio. No me acuseis de gore, por favor. Solo hablo de lugares tranquilos.

Pero para tranquilidad la que me transmite el siguiente templo. Siempre dentro del recinto de Chion-In, llego a un sitio que no se lo que es (se donde esta porque el mapa lo ha indicado, claro, pero como no leo japones de momento no se como se llama) pero que me cautiva hasta los tuetanos mas absolutos. Sera la iluminacion, sera que no hay nadie, sera que estoy sensible (cuatro semanas asi, que maravilla), pero estoy, otra vez, delante de la Belleza. Tal cual. Por dentro alguien barre el templo, el sol acaricia las hojas (que imposible es describir los colores de esta region en otoño), no se oye mas que el silencio... Si hay un paraiso y no se parece a este, que me lo cambien. Por favor.

La siguiente parada sera Ginkakuji. Si recordais, la ultima vez que estuve en Kyoto fui a Kinkakuji, que es el pabellon de oro. Ginkakuji es, pues, el pabellon de plata. Tengo que tomar otro autobus (hoy consigo sentarme en todos, que felicidad) que me acerca hasta la entrada del Sendero de la Filosofia, que es un caminito milenario que transcurre a lo largo de un pequeño canal. Deben ser como dos kilometros, algo menos quizas, hasta llegar a Ginkakuji. Lo se, lo se, no dejo de andar todo el dia. Estoy echando unos gemelos que pa que... Tras recorrer el sendero (que favorece imagenes como la que podeis ver) llego por fin al pabellon de plata. Creo que es el sitio favorito de las parejas kiotenses, porque es casi lo unico que hay. Es, en efecto, un entorno romantico como el solo. Yo no tengo aqui a quien quisiera, por supuesto. Pero, aunque no sea en absoluto lo mismo, me pongo dos o tres canciones que alguna vez he compartido con ella. Y, aunque no me consuelo, sueño que la rodeo con mis brazos en este jardin mientras le digo cositas tiernas y tontorronas al oido. Pero en fin. Esto es un blog de viajes. Para literatura de amor ya teneis a Garcilaso y a Lope, que son los grandes dioses.


Kibune es, quizas, el santuario mas alejado del centro de Kyoto. Desde Ginkakuji tengo que andar casi media hora hasta llegar a la parada de tren que me lleve alli (si, media hora, lo se, no tome autobus porque en el mapa parecia mas cercano), y una vez en el tren veinticinco minutos hasta la parada. Cuando llego, otros veinte minutos andando cuesta arriba en mitad de la montaña. Paradisiaco, pero agotador. Frio hasta en la corcusilla, pero a gusto. Por fin llego. Kibune es el santuario al que acuden los campesinos, los agricultores... para dar las gracias por el agua. Es por eso que se encuentra en la montaña, al lado de cascadas y arroyos varios. Es pequeño, austero, sin pretensiones mayores. Sin embargo, tenia interes en venir aqui desde que vi una foto en España. Busque, pregunte, me volvi loco antes de llegar a Japon porque la imagen de este santuario es la que utiliza la oficina nacional de turismo japonsea en la portada de un folleto internacional de veinte paginas para aquel que quiere visitar el pais. Quiero decir que es una imagen lo suficiente usada como para que alguien sepa de que lugar se trata. Pero ni flores. Ni en la embajada de Japon, ni en la agencia de turismo japonesa donde compre los pases de JR ni en el restaurante japones en el que suelo comer cuando voy a Madrid. Nadie lo sabia. Yo alucinaba pensando como era posible que no lo conocieran. Llegue aqui y tres cuartos de lo mismo hasta que la señora de la oficina de turismo de Kyoto me indico que, en efecto, se trataba de Kibune. Ahora lo entiendo: tiende a infinito el numero de templos y santuarios que hay en Japon. No se si los tendran contados en algun sitio. Lo raro es que alguien lo conociera.

Y Kibune, como digo, es pequeñito. Incluso puedo decir que el santuario en si no vale nada (o no mas que otros mil doscientos que he visto por aqui), fuera del mas que seguro valor religioso que le den los fieles que aqui vengan a sus ritos. Eso si, las escaleras que llevan de la torii de entrada al santuario merecen la pena las dos caminatas que me he dado. No se si tendre tiempo ni ocasion, pero me gustaria algun dia poder escribiros algo acerca de las escalinatas de piedra de Japon. Me entusiasman.

Cuando llegue de nuevo al centro de Kyoto creia que aun tendria tiempo para ver los dos sitios que queria ver. Viendo el mapa, el Jardin Botanico (que me recomendo Jesus Calvo de modo urgente) esta muy cerca. Cierra a las 5. Perfecto. Son las 3 y media pasadas. Sin problema. Logro encontrar una parada de bus que me acerque al botanico. Cuando llego, oh dolor, oh tristeza, oh campos de soledad mustios collados, el Jardin Botanico cierra a las 5, si, pero la hora de entrada es hasta las cuatro. Y son y cinco. Me enrabieto a mas no poder. No pasa nada. Que le vamos a hacer. Aun me queda otro sitio: el templo de Adashino Nembutsuji, en las afueras de Kyoto (otras afueras distintas a Kibune), un templo al parecer hermoso situado en el cementerio donde enterraban hace mil años a la gente que no tenia amigos ni familiares que les diera buena sepultura. Sin embargo, ningun autobus deja cerca. Voy hasta donde mas cerca puede dejarme el bus y comienzo a andar. Ando y ando. Cincuenta minutos andando, para mas informacion. Mis gemelos comienzan a ser de titanio endurecido. Me pierdo. Esto esta mas alla del fin del mundo conocido en la epoca Heian. Me cruzo con una señora mayor. Le pregunto que si habla ingles. Me dice, por supuesto, que no. Le pregunto en un japones horripilante que por donde se llega al templo. Me dice que vaya vuelta he dado (quizas me dijo otra cosa, pero es lo que yo creo que tuvo que decir) y me señala un camino a cien metros y despues mueve el brazo hacia el infinito, como diciendo "te vas por ese camino y cuando llegues a tomar por culo ya estas alli". Asi lo hago. Cuando llego, el templo ha cerrado. Y en efecto, estoy a tomar por culo. Muy lejos. Tanto que ya ha oscurecido. Pero hay gente que parece turista, y para ver como volver a casa les sigo: seguro que saben llegar a la estacion mejor que yo.

Hora y media mas tarde estaba en casa. Mi ultimo dia en Kyoto ha sido fantastico y agotador, por supuesto. Me queda por ver mas de media ciudad. Pero tendre que dejarlo para mi proximo viaje a Japon. Que espero que sea pronto. Pero nunca se sabe.