4 + 1 en Japón

domingo, diciembre 18, 2005

El reencuentro: la realidad contraataca

El viaje de vuelta fue largo. Muy largo.

Me levanté a las 4 de la mañana, tomé un tren a las 5.13 que me llevó hasta la parada del autobús que tardaría casi dos horas en llevarme al aeropuerto. Unas doce horas de avión hasta Frankfurt. Desde allí, tres horitas de escala y otras dos más hasta Barajas. Cuando llegué a la cama no me lo podía creer. Menos aún el estar, por fin, entre los brazos de mi chica. Fui obediente, eso sí, y el jet-lag no pudo conmigo.

Ha sido llegar a España y darme cuenta del cambio que he sufrido: en estas cinco semanas he vivido, disfrutado, sufrido y a veces (lo reconozco) hasta maldecido el imperturbable silencio que los japoneses tienen como algo cultural. Bien. Fue llegar a la puerta de embarque que me correspondía en el aeropuerto de Narita (Tokyo) y encontrarme con una pareja de españoles vociferando lo que a nadie nos interesaba:

- ¡¡Y qué disgusto tan grande, que casi no llega!!
- ¿¡Pero a quién se le ocurre!?
- ¡¡Pues eso digo yo!!
- ¿¡Y qué hicísteis!?
- ¡¡Ay, no me lo recuerdes!!

Y recordé que iba a llegar de nuevo a España, el país de la siesta y la fiesta, el país en el que se grita más que se respira. Y justo en las navidades, esa gran época de peces bebiendo en el río y campanas sobre campanas decibélicamente insoportables. Qué pereza.

Me he agobiado un poco estos días, no lo puedo negar. Quizás la tranquilidad que produce (al final) el aislamiento comunicativo en un entorno lingüístico endiablado (tal como dijeron los primeros misioneros cristianos que llegaron a Japón), quizás la (¿excesiva?) delicadeza y amabilidad de los dependientes, quizás la paz espiritual de los templos y santuarios... El caso es que, acostumbrado a algo en lo que no caigo, la sociedad española me parece agresiva, hiriente, nerviosa... Divertida como pocas, es cierto. Y a veces humanitaria, por supuesto.

Pero chillona como no puede soportarse en situaciones normales.

"Es que los latinos somos apasionados", dicen. Una porra apasionados. Una reata de histéricos mal educados es lo que somos. Por lo general, claro. Que hay excepciones tan supremas que dan ganas de bailar claqué por las esquinas.

Y, con todo, cuánto he echado de menos volver a casa. Porque esta es la patria de uno, que fuera de contextos militares y/o derechones, viene del latin "pater" (padre) y significa "la tierra del padre". Así que aquí, en España, patria y matria mía, habré de quedarme un tiempito más.

Aunque (os confieso) espero que no demasiado.

Como sabéis, seguiré escribiendo más sobre Japón. Así que seguid en este blog. Por cierto, he ido añadiendo alguna foto que otra a lo que escribí desde Tokyo: si bajáis un poco, encontraréis cosas nuevas.

3 Comments:

At diciembre 24, 2005 1:52 a. m., Blogger CARMEN_R_PURAS said...

Entiendo perfectamente esa sensación, ya que yo estuve casi dos años trabajando en México, y volvía cada tres o cuatro meses.

Aunque México es más parecido a España, aunque sólo sea por el idioma, no lo es en absoluto respecto al ruido y al gusto por hablar chillando. Es que somos insoportablemente únicos.

Por cierto, he llegado a tí por el gusto común de Saint-Säens (qué me dices de la sinfonía órgano).

 
At diciembre 26, 2005 12:48 a. m., Blogger Hache said...

Saint-Saëns es una verdadera gozada. Yo lo he descubierto hace relativamente poco tiempo, y sí, la sinfonía órgano es sorprendente. Te recomiendo, además, que no te pierdas el concierto para piano número cinco.

 
At febrero 19, 2006 7:54 p. m., Anonymous Anónimo said...

Saludos:

Llegué a tu blog a través de una recomendación personal que ahora no viene al caso...He leido una de tus últimas anotaciones...y me ha gustado mucho como has descrito ese reencuentro de amor/odio con España...

A partir de ahora no te perderé la pista.

Saludos

 

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