Mi tercer y ultimo dia en Kyoto fue tan cansado como fructifero, aunque hubiera preferido mas de lo segundo que de lo primero. Ya os he contado alguna vez que Kyoto es inmenso, o al menos eso me parece. Desconozco la poblacion que tiene, o la extension geografica. Pero ya digo que es muy muy amplio. Ese ultimo dia tenia, ademas, tantas recomendaciones de sitios de-los-que-no-te-puedes-perder que llevaba la agenda repletita de posibilidades. En total pretendia ir a seis lugares, algunos de ellos bastante retirados entre si, o incluso bastante retirados a secas. Ni corto ni perezoso me levante a las seis y media de la mañana y a las nueve ya estaba en Kyoto. Es una lastima que Fapresto no me deje hacer juegos de palabras infames, porque en este caso diria que me sentia como Cervantes, ya que el quijoteaba y yo Kyoteaba. Pero en fin, vayamos a los monumentos, que siempre seran mas emblematicos que cualquier tontuna mia.
Santi y la profesora de caligrafia me habian recomendado hasta la medula un templo budista llamado Sanjusangendo, conocido por sus mil y un budas. Esta muy cerquita de la estacion de tren principal de Kyoto, asi que fue mi primera parada. Llego a la puerta, pago como Buda manda, me lamento ante el cartel de "no se pueden hacer fotos" (ya sabeis, las que acompañan son tomadas de internet), pienso que el templo por fuera es feo como el solo y que mucho tiene que impresionar el interior para estar a la altura de las recomendaciones tan fehacientes. Pero ya escarmente con el Buda gigante de Nara, asi que mejor sera callarse y permitir al pasmo que haga su labor.
Sanjusangendo significa algo asi como "treinta y tres espacios", a partir del numero de espacios que dejan las columnas de la unica sala de la que consta el templo. Es un edificio muy muy largo. Yo nunca he sabido mucho de medidas, pero creo que entre columna y columna puede haber sin problema cinco o siete metros. Multiplicad y os sorprendereis. Que es lo que hice yo al entrar, por supuesto. Porque yo pensaba que los mil y un budas serian del tamaño de una tipica imagen popular domestica, como la Santa Rita que tenia mi abuela o el Sagrado Corazon que tiene mi madre en su habitacion. Porras para mi. Cada Buda tiene mas de metro y medio de alto. Y hay mil asi. En el centro, separando a quinientos de los otros quinientos (no los he contado, os tendreis que fiar de mi como yo de las autoridades del templo), un Buda de mayor proporcion a quien se venera de modo especial. De hecho, durante mi visita un sacerdote estaba haciendo una plegaria repitiendo unos mantras (o eso creo) con una campanita que tocaba en todo momento y que producia en la atmosfera un clima distinto a todo, cercano a lo que llevamos en la imaginacion gracias a unas cuantas peliculas, pero en todo caso novedoso por ser la primera vez en que, de repente, me hallo en mitad de una ceremonia budista autentica. El silencio, solo roto por los mantras y la campanita, es absoluto. Los budas impactan por su numero. Mil estatuas de metro y medio son muchas estatuas de metro y medio, la verdad. Increible. Y con diferencias entre ellas. En la foto, aun con toda la profundidad que hay, solo veis la mitad (es decir, que la foto esta tomada desde el Buda central y faltaria por verse los Budas del ala izquierda). Imagino que este efecto debe ser algo parecido a los guerreros de Xi`an, en China. Aunque los guerreros son como siete mil, tengo entendido. Delante de los budas, unas estatuas de dioses protectores vigilan que no entre ningun mal espiritu. Ademas, en un extremo de la sala, el dios de la lluvia y en otro el del viento. La naturaleza siempre omnipresente en Oriente.
Quizas en otro momento la repeticion "ad millem" de las estatuas hubiera parecido cansino o facilon. Quiero decir que, por lo que recuerdo, en Occidente la repeticion no es un motivo estetico, y que cuando nos encontramos, por ejemplo, en los Museos Vaticanos (a mi me ha pasado), uno queda hastiado por la imposibilidad de fijar la vista ante una estatua por culpa de tantas y tantas. Como suele decir alguien importante para mi, "el bosque no deja ver los arboles". Aqui, en cambio, sucede todo lo contrario. Porque una sola de estas estatuas resultaria sosa, vacia, ante la majestad cotidiana a la que me tiene acostumbrado este bendito archipielago. En cambio, y dado que son todas iguales (excepto esas pequeñas diferencias en el vestuario), consigo enfocar mejor una sola de esas estatuas: viendo el bosque consigo hacerme una idea perfecta de como es un arbol. Estoy escribiendo, de hecho, estas lineas casi una semana despues de mi ultimo dia en Kyoto. Creedme si digo que recuerdo casi al centimetro los detalles de esas estatuas.
Y, como no, el Buda. El principal, el grande, el unico, aquel al que se venera en un sitio central de excepcion. No es, ni con mucho, tan inmenso como el de Nara. No pretende serlo. Creo que eclipsaria la belleza serena del edificio. En un cruce de fuerzas, la magia del Buda gigante y la magia de las mil estatuas no se fundirian sino que una eclipsaria a la otra y viceversa. Me gusta ver las cabezas de los Budas. No hablo de las mil estatuas, sino de las grandes estatuas de Buda que he ido viendo en estas ya cuatro semanas. Y me reafirmo en lo que ya he dicho mas veces en este blog: no se como habra sido la historia del budismo, ni si ha sido una religion tan sangrienta como las tres principales que conozco en Occidente. No me importa, porque no hablo de eso. Hablo y quiero hablar de que este dios ha sido hecho para poder mirarle a la cara. El islam no representa nunca la cara de Ala, el cristianismo nos muestra a un hombre crucificado con una corona de espinas en la cabeza (o, en su lugar, a un hombre siendo asado en una parrilla o una mujer a la que le han cortado los pechos y los muestra en una bandeja, o quizas otra bandeja con la cabeza del señor que bautizo al crucificado), y desconozco si hay representaciones graficas del dios de los judios. Ya os digo que hablo de la esencia, no de la historia de las religiones. Si tengo que dar gracias, pedir consejo o ayuda, rogar por mi alma o buscar consuelo a la muerte de un ser querido, me gustaria poder mirar a los ojos a ese con quien hablo y no sentir mas que aprecio, ternura, humildad y sencillez. Y, aunque de momento no tengo la intencion de convertirme a ninguna religion, he de decir que eso solo lo he encontrado mirando la cara de Buda. Aunque luego Richard Gere y tal se encarguen de trivializar la imagen de los budistas, me parece que este dios y sus seguidores hablan un mismo idioma.
Salgo de Sanjusangendo, me calzo, busco un autobus (hoy es lunes y la turbamulta no existe, con lo que no tengo problema en usarlos) y me encamino a Chion-In. Es un recinto santuarial (no se si existe tal palabro) en el que se encuentran diversos edificios, consagrados a unos u otros dioses. Y una sabe que ha llegado cuando se encuentra con la puerta, inmensa como solo ellas saben serlo, desconcertante. En la foto podeis ver como son las personas de pequeñas a su lado. Solo es la puerta de entrada al recinto. Y te apetece entrar. Vaya que si apetece.
Al subir las muchisimas escaleras que separan la puerta del recinto, un mapa te indica donde estas y cuantas cosas se pueden ver dentro del recinto, incluyendo hasta rutas aconsejadas para ver lo mejor. Esto, que es muy comodo, es bastante frecuente en todo Japon. Es dificil, por norma general, perderse: cada quinientos metros (dependiendo del sitio, claro) puedes encontrar uno. Es facil, gracias a ello, no aparecer de repente en Navacerrada. Cuando uno entra en el recinto principal ya te queda claro algo: prohibido fumar, aunque estemos en el exterior. No podemos olvidar que TODOS los edificios estan hechos de madera y rodeados por naturaleza semiagreste. Ya os he contado alguna vez que fue el fuego -provocado o no- quien ha destruido la gran mayoria de los edificios historicos de este pais. Los terremotos tambien han ayudado, claro.
Visito el templo principal, no hago fotos porque no se puede, aunque no hay nada especial que reseñar, y me dedico a deambular, intentando evitar las masas de gente (que, aunque no son muchas, no invitan a la reflexion que tanto me gusta). De este modo llego al cementerio del santuario. Que paz. De siempre me han gustado los cementerios, algunos ya lo sabeis (creo); son sitios tranquilos, donde uno puede venir a reencontrarse con sus seres queridos o, al menos, a recordarles en el lugar donde fisicamente hay algo de ellos. Siempre he dicho que no quiero que me incineren sino que me entierren. Aunque, despues de este contacto con la naturaleza en este viaje, no se, no se... Sea como sea, no me importaria ser enterrado aqui. Aunque os pilla un poco a tomar por saco, la verdad. Da lo mismo, no tengo intencion de morirme de momento, que aun me queda guerra que dar. Toco madera y sigo, tras cinco minutos de relax en el cementerio. No me acuseis de gore, por favor. Solo hablo de lugares tranquilos.
Pero para tranquilidad la que me transmite el siguiente templo. Siempre dentro del recinto de Chion-In, llego a un sitio que no se lo que es (se donde esta porque el mapa lo ha indicado, claro, pero como no leo japones de momento no se como se llama) pero que me cautiva hasta los tuetanos mas absolutos. Sera la iluminacion, sera que no hay nadie, sera que estoy sensible (cuatro semanas asi, que maravilla), pero estoy, otra vez, delante de la Belleza. Tal cual. Por dentro alguien barre el templo, el sol acaricia las hojas (que imposible es describir los colores de esta region en otoño), no se oye mas que el silencio... Si hay un paraiso y no se parece a este, que me lo cambien. Por favor.
La siguiente parada sera Ginkakuji. Si recordais, la ultima vez que estuve en Kyoto fui a Kinkakuji, que es el pabellon de oro. Ginkakuji es, pues, el pabellon de plata. Tengo que tomar otro autobus (hoy consigo sentarme en todos, que felicidad) que me acerca hasta la entrada del Sendero de la Filosofia, que es un caminito milenario que transcurre a lo largo de un pequeño canal. Deben ser como dos kilometros, algo menos quizas, hasta llegar a Ginkakuji. Lo se, lo se, no dejo de andar todo el dia. Estoy echando unos gemelos que pa que... Tras recorrer el sendero (que favorece imagenes como la que podeis ver) llego por fin al pabellon de plata.
Creo que es el sitio favorito de las parejas kiotenses, porque es casi lo unico que hay. Es, en efecto, un entorno romantico como el solo. Yo no tengo aqui a quien quisiera, por supuesto. Pero, aunque no sea en absoluto lo mismo, me pongo dos o tres canciones que alguna vez he compartido con ella. Y, aunque no me consuelo, sueño que la rodeo con mis brazos en este jardin mientras le digo cositas tiernas y tontorronas al oido. Pero en fin. Esto es un blog de viajes. Para literatura de amor ya teneis a Garcilaso y a Lope, que son los grandes dioses.
Kibune es, quizas, el santuario mas alejado del centro de Kyoto. Desde Ginkakuji tengo que andar casi media hora hasta llegar a la parada de tren que me lleve alli (si, media hora, lo se, no tome autobus porque en el mapa parecia mas cercano), y una vez en el tren veinticinco minutos hasta la parada. Cuando llego, otros veinte minutos andando cuesta arriba en mitad de la montaña. Paradisiaco, pero agotador. Frio hasta en la corcusilla, pero a gusto. Por fin llego. Kibune es el santuario al que acuden los campesinos, los agricultores... para dar las gracias por el agua. Es por eso que se encuentra en la montaña, al lado de cascadas y arroyos varios. Es pequeño, austero, sin pretensiones mayores. Sin embargo, tenia interes en venir aqui desde que vi una foto en España. Busque, pregunte, me volvi loco antes de llegar a Japon porque la imagen de este santuario es la que utiliza la oficina nacional de turismo japonsea en la portada de un folleto internacional de veinte paginas para aquel que quiere visitar el pais. Quiero decir que es una imagen lo suficiente usada como para que alguien sepa de que lugar se trata. Pero ni flores. Ni en la embajada de Japon, ni en la agencia de turismo japonesa donde compre los pases de JR ni en el restaurante japones en el que suelo comer cuando voy a Madrid. Nadie lo sabia. Yo alucinaba pensando como era posible que no lo conocieran. Llegue aqui y tres cuartos de lo mismo hasta que la señora de la oficina de turismo de Kyoto me indico que, en efecto, se trataba de Kibune. Ahora lo entiendo: tiende a infinito el numero de templos y santuarios que hay en Japon. No se si los tendran contados en algun sitio. Lo raro es que alguien lo conociera.
Y Kibune, como digo, es pequeñito. Incluso puedo decir que el santuario en si no vale nada (o no mas que otros mil doscientos que he visto por aqui), fuera del mas que seguro valor religioso que le den los fieles que aqui vengan a sus ritos. Eso si, las escaleras que llevan de la torii de entrada al santuario merecen la pena las dos caminatas que me he dado. No se si tendre tiempo ni ocasion, pero me gustaria algun dia poder escribiros algo acerca de las escalinatas de piedra de Japon. Me entusiasman.
Cuando llegue de nuevo al centro de Kyoto creia que aun tendria tiempo para ver los dos sitios que queria ver. Viendo el mapa, el Jardin Botanico (que me recomendo Jesus Calvo de modo urgente) esta muy cerca. Cierra a las 5. Perfecto. Son las 3 y media pasadas. Sin problema. Logro encontrar una parada de bus que me acerque al botanico. Cuando llego, oh dolor, oh tristeza, oh campos de soledad mustios collados, el Jardin Botanico cierra a las 5, si, pero la hora de entrada es hasta las cuatro. Y son y cinco. Me enrabieto a mas no poder. No pasa nada. Que le vamos a hacer. Aun me queda otro sitio: el templo de Adashino Nembutsuji, en las afueras de Kyoto (otras afueras distintas a Kibune), un templo al parecer hermoso situado en el cementerio donde enterraban hace mil años a la gente que no tenia amigos ni familiares que les diera buena sepultura. Sin embargo, ningun autobus deja cerca. Voy hasta donde mas cerca puede dejarme el bus y comienzo a andar. Ando y ando. Cincuenta minutos andando, para mas informacion. Mis gemelos comienzan a ser de titanio endurecido. Me pierdo. Esto esta mas alla del fin del mundo conocido en la epoca Heian. Me cruzo con una señora mayor. Le pregunto que si habla ingles. Me dice, por supuesto, que no. Le pregunto en un japones horripilante que por donde se llega al templo. Me dice que vaya vuelta he dado (quizas me dijo otra cosa, pero es lo que yo creo que tuvo que decir) y me señala un camino a cien metros y despues mueve el brazo hacia el infinito, como diciendo "te vas por ese camino y cuando llegues a tomar por culo ya estas alli". Asi lo hago. Cuando llego, el templo ha cerrado. Y en efecto, estoy a tomar por culo. Muy lejos. Tanto que ya ha oscurecido. Pero hay gente que parece turista, y para ver como volver a casa les sigo: seguro que saben llegar a la estacion mejor que yo.
Hora y media mas tarde estaba en casa. Mi ultimo dia en Kyoto ha sido fantastico y agotador, por supuesto. Me queda por ver mas de media ciudad. Pero tendre que dejarlo para mi proximo viaje a Japon. Que espero que sea pronto. Pero nunca se sabe.